Un pueblo



Quiero tener un pueblo. Como el tuyo. Pero otro. Con titas parecidas. Entre ellas no, conmigo. Una con mis orejas, con mis ojos, con mi tartamudez cuando no callo y se me escapan cosas que no digo. 

                                    Anda muy rápido este sueño. Aprísame los pies, el paso, las rodillas gastadas, crujientes, a una velocidad de multitudes. 

Un pueblo como el tuyo, pero mío. Con casas viejas y techados de verdad, de los que rompe el hielo y el llover y el hacer sol y el hacer años. Un pueblo en el que yo sería yo y ninguna más de las que invento en cada pueblo. 

                             Otro y otro y otro. Paisajes ¿recuerdos? Se superponen a velocidad de estroboscopio. Atajos. Rodeos. Una digresión espirilínea. Van. ¿A dónde?

Quiero tener un pueblo y no quedarme más que el tiempo necesario para hartarme de ser yo siempre yo, siempre las titas, de una las orejas, de otra el codo. ¿De cuál de ellas las rodillas desgastadas?

                                         Esquivo de palabra aquellas calles que le he soñado al pueblo. Corro. Caigo. Sed. El agua en la que abrevo es la constante. 

¿Tendrá río este pueblo que no tengo? ¿Tendrá iglesia? ¿Será tan viejo el cementerio que lo muden con tantos huesos blancos hechos pila o pira o mina o grava o nido de cuervos? ¿Tendrá pájaros el pueblo? Y si hay, ¿cuáles? Quisiera las alondras, las perdices. Y aceitunos y algunos pinos viejos.

                                                       Es el aroma el que me aprisa las ideas. Ahora a lumbre, a delantales, a cazuelas. Ahora a sal, a tierra, a pino rojo. 

¿De qué color tendrá la tierra el suelo de mi pueblo? ¡He visto tantas! Las rojas y las blancas. Las oscuras. Esas otras transparentes o que brillan. 

Al río. Al río bajaría con las ideas todas en corriente saltando por las piedras muy redondas montadas por palabras y en cascadas.

¿Cómo serán los montes de mi pueblo? ¿Estarán lejos de las casas? Los caminos, ¿serán de valle llano o empinados? ¿Cruzarán prados o puertos? ¿Serranías? ¿Tendrá el monte encinas viejas? ¿Y romero?

Romero. Romero. Ahí la pausa. Cuando lo pienso, huelo, lo mastico y clavo en las yemas las espinas si se seca. Se me detiene el cauce de este sueño. Se vara aquí en el verde muerto de tu pueblo. En el pálido lila de tus flores. 



Imagen: PUEBLO CASTELLANO DE GABINO GAONA, ÓLEO SOBRE PAPEL.