Asesina


Nueve veces he matado. 

Al tiempo.
La primera vez que tuve ganas de morirme, 
en venganza por su lentitud inoportuna
y su constancia en el matarme a mí.

Al amor.
Ahogado en un pozo de memoria, 
condenado su fantasma a la imaginación.

Al recuerdo.
Y en su lápida, 
una foto retocada de la infancia de mi abuela.

Al remordimiento.
En caída libre 
desde lo alto de la esperanza en ser mejor.

Al sueño.
Guiñando los dos ojos a la muerte 
en cada alarma del despertador.

Al hambre.
Envenenada del placer de masticar 
la carne viva de un lechal sin bendición.

A la libertad.
Hasta apagarse a cubas de mentira
la pira del querer seguir yo sola.

Al deseo.
Con la primera mirada de esos ojos tuyos 
tan cansados de sentir. 

A la verdad.
Con su mortaja de palabra, 
enferma terminal de no ser cierta, 
en cuanto se pronuncia. 

A la muerte, mañana,
cuando cumpla la decena y no palpite nada
por lo que seguir matando, 
por lo que seguir muriendo.