Vuelves de andar desiertos sin sentir la soledad.
De medirte con
secuoyas sin verte diminuta.
Regresada a tu tierra
de medida humana, notas en las tripas la pena por la huella que no quedará. En
la garganta las ganas de dejar de ser tan poco como has sido.
Recuerdas de
mentira el nadie más, la pequeñez, que desde lejos sí que sientes que se acerca.
Busca el camino
que te deje en el infierno de arena, o en el prescindible sotobosque.
Mira de nuevo arriba, de nuevo abajo, por una vez adentro, y quédate.
Mira de nuevo arriba, de nuevo abajo, por una vez adentro, y quédate.