El príncipe de todos los reinos abrió los ojos un día y recordó que no había besado más que un millón de veces. Que del último beso hacía ya un millón de años. Que en otro millón olvidaría el sabor devuelto de sus labios. Y cada día tras aquél volvió al recuerdo. Y un domingo no pudo vivir más.
Aterrado ante la idea de despertar cada día, murió de insomnio.
Aterrado ante la idea de despertar cada día, murió de insomnio.