Voy a volver poco a poco.
La noche esconde las señales,
pero reconoceré mi lugar provisional,
o me dará igual tardar en encontrarlo.
–Siempre he preferido el trayecto al destino–.
Huele a hamburguesas en el autobús
y yo miro a través de la ventana de papel.
Cada párrafo es un orgasmo suave,
de los que llegan tras siglos de susurros,
a veces tuyos.
–De nuevo prefiero el trayecto–.
Voy a bajar antes de tiempo.
Lo justo para no dolerme en los zapatos.
Reduzco el paso:
quiero oir mi eco de tacones
rebotar en el parquing de lo que nadie quiere.
–Casualmente ubicado bajo mi balcón–.
Llego sobria.
Abriría el vino,
pero prefiero reservarlo para una madrugada con dos copas.
Aunque no hagan juego.
–Un vaso de agua, entonces–.
Escribo otras palabras.
Rica mediocridad tolerada.
Son feas las huellas que AUN NO SE HAN BORRADO.
Y vuelve a ser muy tarde.
–Y me gusta que me sea indiferente–.
Dejaré para mañana
la noche perfecta.