Qué bien. Deslizarse suave o apretar los dientes y arriesgar un poco más, recibir el sol helado con los ojos cerrados y escarcha en la frente, encender un cigarrillo al vigésimo intento, ver pasar las caras grotescas de un carnaval antinatural, desear la opulencia, abusar del sorbo y perder la discreción... y de vuelta caí en lo egocéntricos y orgullosos que somos, el que nos parece el mejor camino es aquél por donde la nuestra es la primera huella... aunque también puedo buscar el eufemismo y decir que es un resquicio de espíritu aventurero. Y otro dato que me ha dejado en la gracia de la sorpresa agradable: no faltó nada. Ojalá no fuese porque me creí tenerlo todo.