ni hablar

Debería regalarte, envueltas en papel de celofán, todas las palabras que no te digo. Las hay de todos los colores. Las de hoy son todas amarillas y brillantes, como los tigres de Borges, y están escritas en letra pequeñita. Saben que no serán dichas y aún así, ay! son tan tímidas... Aunque, pobrecitas, nacieron sin camuflaje, intentan esconderse incluso de mi garganta, no fuera a ser que una cuerda vocal envalentonada las empujara hasta la puerta de los labios. Parece, de momento, que esos tensos hilos de la voz no son para nada valientes, pero a veces se entrometen los ojos y las manos y se llevan con ellos un prefijo, una sílaba... y las pobres palabritas tiemblan de miedo al ver el peligro de convertirse en gestos. Antes de que la piel y el aliento, que no tienen miedo ni vergüenza, las vengan a buscar para dejarlas solas en el desierto mudo que hay entre mi tacto y el tuyo, tendré que comprarles un vestido de celofán y regalártelas, bien envueltas, con un lazo bien grande para que no tengan miedo. Por favor, no me las asustes cuando retires las cintas, caiga su trajecito de verbena y se queden desnudas para siempre.